miércoles, 19 de marzo de 2008

Paradojas e injusticias de la VPO‏

Un ciudadano puede cobrar 3.742 euros al mes y aun así optar a una Vivienda de Protección Oficial (VPO), subvencionada con el dinero de los contribuyentes. En cambio, otro que gane 748 euros tiene muchas papeletas para 'caerse' de la convocatoria oficial con el argumento de que como no alcanza un nivel mínimo de ingresos le queda vetado el acceso al mercado de las casas 'baratas'. Ésta es sólo una de las paradojas y/o injusticias que rodean al sistema de los inmuebles subvencionados con los fondos de las administraciones. Aunque cada comunidad autónoma y ayuntamiento dicta sus propias reglas de juego, por lo que la generalización se antoja una misión imposible, hay ciertos requisitos contradictorios que suenan casi a 'estribillo' en las convocatorias de VPO. Por ejemplo, la descalificación de las casas transcurrido un determinado número de años o, lo que es lo mismo, pagar hoy 'poco' por un piso financiado con dinero público y poder venderlo revalorizado dentro de un tiempo.
1. Pide uno la casa y la paga con su pareja
Cuando alguien pide una casa solo tiene que demostrar que su renta se encuentra en los baremos de la reglamentación pertinente para optar a una vivienda protegida en propiedad. La cosa varía si los solicitantes son dos o incluso una unidad familiar mayor.
En este último supuesto, por lo general, el tope económico de los ingresos que suman todos los miembros sigue siendo el mismo establecido para los demandantes en solitario. Es decir, habrá familias que se queden fuera de la convocatoria por superar los márgenes de sueldo.
Lo que sucede en ocasiones es que un adjudicatario único de una Vivienda de Protección Oficial (VPO) acaba mudándose a la casa financiada con fondos públicos junto a su pareja. Si juntaran sus nóminas, quizá no hubieran podido concursar por el piso. Así, al final lo pagan los dos, pero sólo uno ha justificado sus ingresos.
2. Pide uno la casa y su pareja compra otra
Un único solicitante cumple todos los requisitos para optar a una vivienda de protección oficial. Lo ha leído en los periódicos y decide que puede presentar el formulario correspondiente. Así lo hace y, con el paso de los meses, asiste a un sorteo en el que la fortuna le convierte en adjudicatario.
Con la casa 'en el bolsillo', su pareja, que lleva varios meses buscando vivienda para los dos, encuentra otra. Decide pedir una hipoteca y el banco le responde que puede concederle el préstamo.
La pareja se ha encontrado, en un plazo mucho más corto del previsto, con dos casas de las que podrá disfrutar porque en ningún caso son 'ilegales', puesto que no están casados ni hay papeles que demuestren una relación personal.
Hacer trampa no es difícil en este caso. Esta pareja, que cumple con lo exigible, tiene dos casas. Miles de jóvenes no tienen posibilidades de tener sólo una.
3. Compra VPO ganando 7,5 veces el IPREM
Pongamos el caso de un trabajador que cobra 3.742 euros al mes, 7,5 veces el Iprem. Multiplicado por 12, su nómina anual asciende a más de 44.900 euros, una cifra abultada que, sin embargo, no le impide optar a una Vivienda de Protección Oficial en varios municipios.
Quizá la aplicación de este baremo es un tanto anecdótica, pero un techo económico muy frecuente, que es cobrar hasta 5,5 veces el Iprem (esto es, 2.744 euros mensuales), permite que empleados que están razonablemente bien pagados compitan en igualdad de condiciones que los 'mileuristas' a la hora de participar en un concurso público de vivienda, ya que en la mayoría de los casos los pisos se adjudican por sorteo entre todos los que cumplen los requisitos.
Por contra, y ahí reside otra de las paradojas, en determinados concursos no pueden optar a casas subvencionadas los ciudadanos que cobran menos de 748 euros al mes.
4. Tiene casa fuera y pide VPO en su ciudad
En muchas regiones basta con no tener casa en su territorio para, cumplimentando el resto de requisitos mínimos del solicitante, aspirar a una Vivienda de Protección Oficial. Da igual si el requeriente en cuestión cuenta con una o más casas en su provincia de origen o en cualquier otra, por ejemplo, un apartamento en la playa.
Así, quien tiene un piso no sólo no declara honestamente que cuenta con un determinado patrimonio, sino que aspira a más y, como en otros casos, la 'ilegalidad' no deja de ser, a lo sumo, moral. Con los papeles en la mano, todo vale, y pertenecer a uno de los grupos 'desfavorecidos' no resulta difícil.
Sin pretender que quien tenga casa en una ciudad distinta a la que habita se tenga que marchar a ocuparla, gozar del privilegio de poseer una segunda opción de vivienda por mucho que se cumplan las condiciones exigidas por la burocracia no deja de ser injusto.
5. Descalifica la casa y la vende más cara
Las viviendas protegidas, salvo en contadísimas localizaciones, no lo son de por vida. A la comunidad autónoma en la que se edifiquen le corresponde determinar en qué momento se pueden descalificar o, lo que es lo mismo, cuándo pasan a ser de régimen libre y, por tanto, se pueden vender a los precios que se manejan en el mercado.
¿El resultado de este proceso? Un adjudicatario puede acceder hoy a un piso barato porque una parte de su coste total ha sido sufragada con la aportación monetaria de los contribuyentes y pasados, por ejemplo, 15 años venderlo a su precio real, al que podrá sumar sin problemas las revalorizaciones inmobiliarias acumuladas durante ese lapso temporal.
Al final la ayuda administrativa sirve para que un solicitante de vivienda protegida goce de una capacidad de ahorro que quizá ha quedado vetada a trabajadores en similares circunstancias económicas.
6. Vende o alquila la VPO de manera ilegal
El adjudicatario decide no sólo no vivir en la casa que debe, por ley, habitar, sino que la alquila a un tercero por una cantidad por debajo del mercado y con la que, por tanto, está 'haciendo un favor' a su inquilino. Lejos de ser esto así, está engañando a la administración correspondiente y, también, a los ciudadanos que pagan sus impuestos y llenan las arcas públicas cada ejercicio.
Otra opción conocida es la venta de la casa en el mercado libre sin comunicación previa a la institución pública responsable. Por tanto, el adjudicatario recibe una importante suma de 'dinero negro' con relación a la que pagó.
Tanto en el alquiler como en la venta a terceros se cae en una injusticia cuyo control no siempre es tan sencillo como podría parecer. Esclarecer estas situaciones alejaría a los más aprovechados de sorteos en los que no debieron participar nunca.
7. su padre es rico y pide una VPO
Uno de los 'chascarrillos' que circula por el sector inmobiliario es el que habla del hijo de un multimillonario empresario de la construcción que ha resultado adjudicatario de una Vivienda de Protección Oficial. Independientemente de que el origen de esta situación sea producto de una lengua viperina o no, lo cierto es que los descendientes de los 'ricos' son iguales ante la 'ley' de la Vivienda de Protección Oficial que los de los 'pobres'.
El hecho es que cuando llega el momento de discriminar quién puede formar parte de una convocatoria de pisos públicos y quién queda descartado ni la fortuna, ni el sueldo, ni el patrimonio de los padres tienen ningún peso cuando los vástagos disponen de su propia nómina. Quizá un joven que pueda conformarse con media jornada de trabajo porque tiene el respaldo económico de sus progenitores tenga más opciones que otro con dedicación laboral plena.
8. Está empadronado o no puede pedir vivienda
Pongamos que un joven de provincias viaja a una gran capital para buscarse la vida. Probablemente su sueldo no sea demasiado alto, máxime si se trata de su primer trabajo remunerado, y además el hogar paterno habrá quedado a kilómetros de distancia, por lo que lo más probable es que se vea forzado a alquilar un piso a la espera de dar el salto a la condición de propietario.
Aunque su precaria situación económica lo incluye en el grupo de los potenciales adjudicatarios de pisos de protección oficial, lo más seguro es que su nombre no pueda entrar en el bombo de los sorteos públicos, ya que uno de los requisitos más recurrentes en las convocatorias es que el interesado lleve varios años empadronado en el municipio en el que opta a vivir. En ocasiones, es suficiente con alegar que el domicilio de trabajo se encuentra en dicha localidad, aunque en este caso también será necesario alegar varios años de antigüedad en la empresa.
9. Pide VPO pero puede pagar mantenimiento
La mayoría de las viviendas que se financian con dinero público lleva incluido en el lote un trastero y una plaza de aparcamiento. Hasta ahí, nada raro. Lo sorprendente es que algunos de estos pisos protegidos, especialmente los que nacen al calor de los nuevos desarrollos urbanísticos de las grandes urbes, se incluyen en edificios que cuentan entre sus dotaciones con piscina comunitaria, parque infantil y/o hasta pista de pádel.
La cuestión no es baladí. En una comunidad de propietarios sin ascensor ni ninguna zona vecinal que mantener la cuota mensual a abonar puede rondar los 20 euros. En cambio, si se le añaden las citadas prestaciones deportivas y de ocio la factura puede ascender a más de 100 euros.
Se presupone que los que piden ayuda para acceder a un inmueble es porque tienen dificultades para llegar a fin de mes. ¿Cómo pagarán entonces el césped del jardín?
10. Tiene VPO y le toca la lotería o hereda
Tener una vivienda protegida no significa que no se esté en disposición de mejorar el estatus social y económico. Hay diversas posibilidades que implican mayores ingresos y, por tanto, la posibilidad de optar a una vivienda en el mercado libre. Cuando esto sucede, ¿no habría que establecer una fórmula para que las VPO cambien de manos?
Pero, además, al adjudicatario de una vivienda protegida le puede tocar la lotería o heredar, por poner dos ejemplos, nada extraño en el segundo supuesto.
¿Qué sucede en estos casos? Los pisos con protección siguen perteneciendo a las mismas personas aunque éstas sean 'ricas'. Si bien no se trata de 'expropiar' las VPO, sí se debería valorar más que el acceso a una primera vivienda es cada año más difícil y que los precios, por mucho que hayan cedido en sus incrementos, continúan por las nubes.

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