los 107 habitantes de Viniegra estos dias no somos viniegreses, somos palestinos, por favor, no nos bombardeen a los palestinos,mandennos flores, palabras...
Una palabra hace concepto cuando determina. Lo concreto. Y sólo para designar eso determinado vale. Que una palabra sirva para todo, es signo de indeterminación en su uso. Ya por vacío conceptual, ya por retórica. Pues la función de la retórica es fascinar o conmover. Conocer, nunca. Son géneros opuestos. Confundirlos no lleva a nada bueno. La retórica que arrebata y suplanta al pensamiento tiene, en el siglo XX, nombre: fascismo. Esto es, socialismo nacional: de Hitler a Stalin. O Castro. Hace dos semanas, una milicia de varios cientos de hombres armados decide atrincherarse en Yenín, mísero campamento en cuya base social se enraíza. Y dar allí al abrigo de su población civil numantino combate al ejército enemigo. Se juramentan, los milicianos, para sólo salir de allí muertos. Se podrá juzgar eso acto heroico o incompetencia militar. Es, en todo caso, acción bélica. Como toda acción bélica, produce muerte. La de los hombres propios ha sido contabilizada ya desde el principio y el coste asumido. En contrapartida, se espera conseguir una cifra rentable de bajas enemigas. A eso se llama guerra. Clausewitz: «Pulsación de violencia de fuerza variable cuyo objetivo es desarmar al enemigo». Dar batalla sin línea de retaguardia a un enemigo superior, se llama planificar la derrota. Es un acto militar grave. Y respetable. Pero la muerte en combate no modifica el diccionario. Y todo el grave respeto que el soldado caído merece se trueca en calderilla cuando lo roza el turbio aliento de la retórica. La retórica que exige llamar a un combate, armas en mano, genocidio. Genocidio es palabra precisa y fechada. Neologismo acuñado por el polaco americano R. Lemkin, define y así lo tipificará Nuremberg la caracterizació n global de un grupo humano (en términos de nacionalidad, religión o raza) como un solo individuo ejecutable. Los seis millones y medio de judíos exterminados entre 1942 y 1945 por la Alemania nacionalsocialista lo fueron como especímenes de un solo sujeto jurídico indigno de vivir: el judío. Igual pasó con los gitanos. La lógica del genocidio no distingue en ese colectivo reo: armado o desarmado, adulto, varón, mujer, anciano o niño, hábil o lisiado. Porque, en el genocidio, sólo se mata a Uno. Lo que es lo mismo: a todos. Doscientos o más, en Yenín, murieron con las armas en la mano. Frente a otros hombres armados, algunos de los cuales también murieron. Fue una acción militar. Suicida, incompetente. Llamarla genocidio no es sólo una sandez. Es humillar a los soldados vencidos. Mucho más que a los vencedores.
Me llamo Álvaro Villar Calvo. Nací en Logroño (La Rioja) hace 40 años. Jurista. Graduado en Derecho por la Universidad de La Rioja. Trabajando en el Parlamento de La Rioja. Activista de Amnistía Internacional en La Rioja. Militante de Izquierda Unida y PCE. Ex-concejal de Izquierda Unida, en el Ayuntamiento de Soto en Cameros. Miembro de ALEAS IU. Participo en numerosos movimientos sociales.
Si quieres que se publique alguna denuncia, noticia o alguna actividad relacionada con el Camero Viejo ponte en contacto en este correo electrónico
alvic@sotoencameros.net
4 comentarios:
Unas fotografías que muestran una realidad sin duda muy dura.
Saludos.
R.
los 107 habitantes de Viniegra estos dias no somos viniegreses, somos palestinos, por favor, no nos bombardeen a los palestinos,mandennos flores, palabras...
GENOCIDIO Y DICCIONARIO
Gabriel Albiac (in El Mundo 18 de Abril 2002)
Una palabra hace concepto cuando determina. Lo concreto. Y sólo para designar eso determinado vale. Que una palabra sirva para todo, es signo de indeterminación en su uso. Ya por vacío conceptual, ya por retórica. Pues la función de la retórica es fascinar o conmover. Conocer, nunca. Son géneros opuestos. Confundirlos no lleva a nada bueno. La retórica que arrebata y suplanta al pensamiento tiene, en el siglo XX, nombre: fascismo. Esto es, socialismo nacional: de Hitler a Stalin. O Castro.
Hace dos semanas, una milicia de varios cientos de hombres armados decide atrincherarse en Yenín, mísero campamento en cuya base social se enraíza. Y dar allí al abrigo de su población civil numantino combate al ejército enemigo. Se juramentan, los milicianos, para sólo salir de allí muertos. Se podrá juzgar eso acto heroico o incompetencia militar. Es, en todo caso, acción bélica. Como toda acción bélica, produce muerte. La de los hombres propios ha sido contabilizada ya desde el principio y el coste asumido. En contrapartida, se espera conseguir una cifra rentable de bajas enemigas. A eso se llama guerra. Clausewitz: «Pulsación de violencia de fuerza variable cuyo objetivo es desarmar al enemigo». Dar batalla sin línea de retaguardia a un enemigo superior, se llama planificar la derrota. Es un acto militar grave. Y respetable.
Pero la muerte en combate no modifica el diccionario. Y todo el grave respeto que el soldado caído merece se trueca en calderilla cuando lo roza el turbio aliento de la retórica. La retórica que exige llamar a un combate, armas en mano, genocidio.
Genocidio es palabra precisa y fechada. Neologismo acuñado por el polaco americano R. Lemkin, define y así lo tipificará Nuremberg la caracterizació n global de un grupo humano (en términos de nacionalidad, religión o raza) como un solo individuo ejecutable.
Los seis millones y medio de judíos exterminados entre 1942 y 1945 por la Alemania nacionalsocialista lo fueron como especímenes de un solo sujeto jurídico indigno de vivir: el judío. Igual pasó con los gitanos. La lógica del genocidio no distingue en ese colectivo reo: armado o desarmado, adulto, varón, mujer, anciano o niño, hábil o lisiado. Porque, en el genocidio, sólo se mata a Uno. Lo que es lo mismo: a todos.
Doscientos o más, en Yenín, murieron con las armas en la mano. Frente a otros hombres armados, algunos de los cuales también murieron. Fue una acción militar. Suicida, incompetente. Llamarla genocidio no es sólo una sandez. Es humillar a los soldados vencidos. Mucho más que a los vencedores.
En base a lo dicho por Josué: hagamos algo para parar el HOLOCAUSTO palestino.
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