viernes, 11 de enero de 2008

Repensar la izquierda

Cuando entramos en la recta final del Gobierno Zapatero y en una nueva campaña electoral, puede ser un buen momento para ponernos a reflexionar y repensar sobre el papel de la izquierda en la actual sociedad del siglo XXI, en sus diferentes ámbitos. Decía recientemente la escritora italiana Rossana Rossanda que la izquierda o es anticapitalista o deja de tener sentido.
Efectivamente, a pesar de los diferentes movimientos emergentes que han ido surgiendo en todo el mundo y que cuestionan las distintas claves de bóveda sobre las que se sustenta el actual sistema de dominación capitalista, el principal problema que tiene que afrontar la izquierda en estos inicios de siglo es el mantenimiento de una hegemonía política de la derecha, basada, en buena parte, en la hegemonía de sus valores y sus políticas en todos los ámbitos de la sociedad. Las consecuencias del derrumbamiento de los países del socialismo real de los países del este de Europa, la ofensiva conservadora iniciada en Estados Unidos y Gran Bretaña en las dos últimas décadas del siglo XX, que se mantiene en plena vigencia bajo la Administración Bush, y la renuncia de la socialdemocracia a ofrecer una alternativa global, real y diferenciada del neoliberalismo, dificultan la posibilidad de disputar la hegemonía a la derecha. Para disputar el poder político a la derecha, es necesario disputarle su hegemonía ideológica. De lo contrario, y en circunstancias excepcionales, sólo podremos aspirar a una alternancia nominal que, en ningún caso, suponga cambio estructural alguno.
En nuestro país podemos hacer ya un breve análisis de lo que ha sido la primera legislatura del actual Gobierno del PSOE. Zapatero ganó las últimas elecciones gracias a una gran movilización de la izquierda que hizo pasar al PP de la mayoría absoluta a la oposición. El hartazgo de una mayoría ante una derecha cada vez más prepotente, autoritaria y neofranquista, con su colofón de mentiras y obsesiones entre el 11 y el 14 de marzo del 2004, provocó un cambio de gobierno que todavía no es asumido por los principales dirigentes del PP y sus mentores mediáticos.
En el inicio de la legislatura, Izquierda Unida trató de jugar un papel de 'muro de contención' ante una derecha incapaz de reconocer su derrota, dando una cierta estabilidad a un Gobierno que, forzado por la presión popular, comenzó con alguna medida ilusionante como la retirada de las tropas de Irak. Sin embargo, la conclusión de estos cuatro años no puede ser más decepcionante.
Realmente, Zapatero nunca tuvo un proyecto esencialmente diferente al de la derecha (quizá el problema es que nunca tuvo más proyecto que alcanzar el poder), pero una conjunción de factores le ofreció la posibilidad de ser el primer gobernante de la izquierda española desde la II República. Finalmente, no será más que otro gestor, más o menos eficaz, de los intereses de un poder económico que se mantiene prácticamente invariable desde la época de la dictadura.
La vuelta a un discurso exclusivamente policial y represor en el conflicto vasco, sin moverse ni un milímetro de la línea que marca el PP, o la entrega del gobierno navarro a los sectores más recalcitrantes de la derecha, junto con un proceso de reformas estatutarias convertido en un mero mercadeo, sin ningún esquema previo, ni horizonte diseñado, han cortado cualquier posibilidad de iniciar el camino hacia una segunda transición política que superase los límites impuestos a finales de los años 70 por la oligarquía franquista y pusiera los cimientos de otro modelo de estado y de España, con la obligada perspectiva de una república en la que se respete la libre decisión de los pueblos que componen el Estado español y se garanticen los mecanismos redistributivos, de justicia social y para la igualdad de derechos y deberes de todos sus ciudadanos-as.
Pero siendo importante el desaprovechamiento de esta oportunidad, lo es aún más la constatación de la renuncia del PSOE a cualquier política alternativa a la de la derecha en el ámbito económico o del posicionamiento internacional de España.
En política económica, el triunfalismo del Gobierno en base a unas cifras macroeconómicas y alejadas de la realidad no deja de ser una caricatura del «España va bien» de José María Aznar. La realidad es que el modelo de crecimiento económico es el mismo en nuestro país desde la época felipista: Precariedad laboral, bajos salarios, importantes beneficios empresariales y reducción de impuestos para los que más tienen. El esquema básico neoliberal.
Sin embargo, para la mayoría de la clase trabajadora y de los sectores más desfavorecidos de la sociedad este modelo se traduce en una sociedad hipotecada, pendiente de la subida de los tipos de interés, de la subida de los precios de los productos más básicos o de la electricidad, de la desorbitada subida de los precios de la vivienda en las últimas décadas y, al tiempo, con unos índices de precariedad e inestabilidad laboral que deberían encender todas las alarmas rojas ante los primeros síntomas que anuncian el inicio de un nuevo ciclo de crisis en el capitalismo.
Valgan como ejemplo dos únicos datos para definir el modelo económico aplicado por los Gobiernos del PP y el PSOE en España: Según un reciente informe de la Asociación Española de Banca (AEB), los bancos que operan en el estado español tuvieron en los primeros seis meses del año 2007 unos beneficios de 9.838 millones de euros, con un incremento del 20,4% respecto al mismo período del año anterior. Otro informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señalaba que en los últimos diez años, el valor de los salarios reales en España se ha reducido en un 5%. Hablar de políticas de izquierdas con estos parámetros no deja de ser un sarcasmo.
En lo que se refiere al posicionamiento internacional de España, tras la inicial retirada de tropas de Iraq, forzada por la presión de millones de españoles que apoyaron en el 2004 al PSOE, el Gobierno de Zapatero mantiene las mismas coordenadas heredadas de los Gobiernos González y Aznar: Apoyo a una construcción neoliberal y antidemocrática de la Unión Europea, apoyo a la estrategia internacional de Estados Unidos, con un importante incremento de tropas españolas bajo mandato de la OTAN en la ocupación de Afganistán y en aquellos ámbitos en los que mayor influencia pudiera tener nuestra política exterior: Apoyo en América Latina a las multinacionales y al bloque de gobiernos que pretender mantener la política neoliberal y de subordinación a los Estados Unidos y abandono del pueblo saharaui en su legítimo derecho a la autodeterminación.
Durante estas semanas se recrudecerá el vendaval bipartidista mediático, con la perspectiva de las próximas elecciones generales. Unos nos pedirán el voto contra Zapatero para «evitar la ruptura de España», otros nos pedirán el voto contra Rajoy «para evitar la vuelta al poder de la derecha cavernícola», pero convendría que reflexionáramos antes de ir a votar sobre cuál debe ser el papel de la izquierda en este siglo XXI. Izquierda Unida no pedirá el voto contra nadie, sino a favor de un auténtico proyecto de cambio estructural, de ruptura con el capitalismo, de políticas de izquierdas, a favor de la construcción de una alternativa ideológica, política y social a la hegemonía de la derecha y el neoliberalismo. Nuestro sistema electoral provoca aberraciones democráticas como que cada diputado-a del PP o PSOE les suponga 65.071 y 66.522 votos respectivamente, mientras que a IU cada diputado «le cueste» 261.000 votos o que en la provincia de Soria, el PP con 23.000 votos obtuviera 2 diputados, mientras que en la provincia de Sevilla, IU con 86.000 votos, no obtuviera ningún diputado. De esta forma se consolida un modelo bipartidista que nos acerca cada vez más a una democracia meramente formal y vacía y aleja a la ciudadanía de lo público, en la medida en la que las políticas que se practican son siempre las mismas. Sólo consolidando un espacio político, social y electoral a la izquierda del PSOE podremos retomar las oportunidades perdidas en esta legislatura, iniciar el camino hacia una segunda transición que supere los límites impuestos por la actual Constitución y diseñar el modelo que la izquierda debe encabezar en este siglo XXI.

1 comentario:

adria dijo...

Está muy claro el papel de la izquierda: en cualquier párrafo que escribes se puede leer la palabra "franquista". Estamos cansados de este complejo de imbéciles, YO NO SOY FRANQUISTA, ni siquiera he vivido ese régimen... por eso no me hace falta olvidarlo. Vivo en democracia, a ver cuando esos que OS LLAMÁIS de izquierdas, conseguís asumirlo: Franco HA MUERTO. Caduco, finito, no existe!
Yo me apodero de la izquierda, también tengo mi derecho, y llamo izquierda a la igualdad de oportunidades: la tuya... y la mía, la tuya... y la de rajoy y toda la pesca. Son mucho más demócratas que tú. La izquierda con dictaduras sobre "los de derechas" es igual de apestosa y asquerosa. Por lo demás, LA MAYORÍA DECIDE, la que votó al PP y la que votó al PSOE; si no lo soportas, PUEDE QUE SEAS TÚ EL FACHA.